Con lo que pienso siento y con lo que siento tomo desiciones.
Si no cuidas tus emociones, tus desiciones serán incorrectas.
Existen corrientes psicológicas y técnicas diversas para desarrollar tu personalidad. Por ejemplo el arte terapia donde puedes vincular la psicología con el arte para aprender amanejar tu emociones y lograr pensamientos funcionales y reales para una mejor toma de desiciones.
Es lo más común, es normal ceder el mando a distancia de tus actitudes y que alguien pulse el botón “ahora estás bien, ahora estás mal, amor, temor, ternura, rabia, etc.” por que no nos conocemos.
Por ejemplo: durante el inicio de una relación íntima. Te enamoras y te quedas con el tópico: “eres mi razón de vivir» o “sin ti me muero”. Esa actitud, en realidad, indica y genera inseguridad que en la mayoría de los casos acaba por derivar en celos y control. Todo se hace para que el “otro” sea feliz, para que no pueda prescindir de tu amor, para que dependa al máximo de ti y para que sienta que su mundo eres tú. Es un hecho comprobado que las personas que se dejan dominar por una pareja y que no lo solucionan pasada esa etapa de inmadurez emocional, acaban sufriendo un acoso psicológico y, por lo tanto, son proclives a entregar el mando de sus emociones.
Mucha gente se debilita ante un acosador que puede tener una apariencia bondadosa; hay muchas maneras de hacer que una persona dependa de ti. Esa debilidad, en ciertos casos, puede acabar forjando el carácter y ayudar a que se reafirme, pero en otros lo anula. Entregar el mando, el poder, equivale a dejarse secuestrar: das potestad a alguien que puede utilizarlo a su voluntad, consciente o inconscientemente, y que te programe. ¿Quién no ha dicho alguna vez?: “si tú estás bien, yo estoy bien, pero si tú estás mal, lo paso fatal, así que hazlo por mi”.
Una cosa es la empatía propia de quien se siente partícipe del estado emocional de otra persona con el propósito de ayudarle, y otra muy distinta es sumirse en la debacle de alguien que se siente superado por su estado anímico. Yo no acompaño a nadie en sus densos o tristes sentimientos, sino que le ayudo a superarlos.
Evita pedirle a alguien que te haga feliz, no le cedas el mando de tu vida. Es más rentable compartir tu plenitud y contribuir a aumentar su dosis de autoestima y bienestar. El amor siempre suma cuando das no cuando pides.
Una vez que sentimos amor, rechazo, miedo, enojo o cualquier emoción generamos un pensamiento, de acuerdo al pensamiento es la reacción por lo tanto cuidar de nuestras emociones es más importante pues el pensamiento viene como consecuencia. El estudio del poder de la mente es relativamente reciente, el doctor Sigmund Freud en los años 50 fue quien acuñó el término “psicoanálisis”, el estudio de la mente, tratando de resolver los conflictos mentales de sus pacientes. Otro eminente psicoanalista Carl Gustav Jung investigó en profundidad los problemas derivados del poder mental mal enfocado. Sus análisis se basaban en el estudio de los arquetipos, de los patrones mentales sobre los cuales edificamos la mayor parte de nuestro entramado psicológico.
Afirmaba que todos los individuos compartimos información a niveles inconscientes. Se basaba en el análisis de los símbolos, de los mitos y de los sueños para establecer una causa efecto y determinar lo que podía funcionar o fallar en la mente de un paciente. Indagó no sólo en la ciencia, sino también en la mística, en la filosofía, en las religiones, en la astrología y la Cábala, en numerosos campos dónde encontrar claves e información para entender la complejidad del funcionamiento del cerebro humano. Decía que todo lo que forma parte de nuestro mundo, desde el cielo, el padre o la madre, el agua o el fuego, la gente, las poblaciones, las culturas, todo son modelos que nuestra mente utiliza. Lo definió como una red, el inconsciente colectivo.
Sobre estos mapas construimos el edificio de nuestra realidad. Cuanta más información somos capaces de asimilar, más referencias obtendremos; cuanto más se expande la conciencia o cuanto mayor es el número de personas que adopta nuevos modelos de comportamiento o información, más conexiones neuronales establecemos y más posibilidades tendremos de ampliar la capacidad de nuestra psique.
La fuerza de la mente puede cambiar el cerebro y con él nuestra manera de vivir y de crear el mundo que nos rodea. Es por todo ello que ejercer una higiene mental sana beneficia nuestros cuerpos. Evitar que los pensamientos tóxicos o nocivos se apoderen de nuestra psique resulta tan fundamental como producir bellos, sanos y amorosos pensamientos, porque los mensajes positivos generan optimismo, salud e influyen no sólo en nuestras neuronas, sino también en nuestro entorno.
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